GUIOMAR ES UNA COMPAÑERA DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA DONDE ESTUDIAMOS FILOLOGÍA ÁRABE.
ESTE AÑO HA OBTENIDO UNA BECA PARA ESTUDIAR UNOS MESES EN EL INSTITUTO CERVANTES, EN EL CAIRO.
LE PROPUSIMOS SER LA REPORTERA OFICIAL DE ESTA EXPERIENCIA, Y AQUÍ ESTÁN LAS CARTAS QUE NOS ENVÍA..." Gracias Guiomar, disfrútalo a tope!
ESTE AÑO HA OBTENIDO UNA BECA PARA ESTUDIAR UNOS MESES EN EL INSTITUTO CERVANTES, EN EL CAIRO.
LE PROPUSIMOS SER LA REPORTERA OFICIAL DE ESTA EXPERIENCIA, Y AQUÍ ESTÁN LAS CARTAS QUE NOS ENVÍA..." Gracias Guiomar, disfrútalo a tope!
Por aquí todo muy bien, todavía no me entero mucho vamos, que voy con cara de tonta a todas partes. La vida en el barrio es muy tranquila, calles pequeñas, con muchos arbolitos, un quiosco hecho de tablones de madera cada diez metros, innumerables puestos de frutas, verduras, piezas enteras de carne colgadas de las puertas con sus respectivas moscas......etc.
Al salir del barrio, doqi, empieza el tumulto: miles de coches que se comunican con el claxon ya que, los semáforos todavía no son muy populares aquí en El Cairo. Las aceras tampoco se utilizan, un auténtico cairota jamás las pisará.
En cuanto a las clases, las empezamos nada más llegar. Ni más y ni menos que ocho horas diarias de árabe hablado, gramática, dialecto egipcio, textos literarios y......todo, absolutamente todo en árabe!!!!!!!!
Dentro de nuestro pequeño palacete vivimos seis de las siete chicas de la beca. En un principio era más bien una fabela, jamás había visto tanta mugre junta en un espacio tan reducido. El piso es para cuatro, así que nos toca compartir las habitaciones. Lo mejor de todo es la terracita, el último piso de un edificio blanquito (dentro de la gama de blancos posible en El Cairo) con las contraventanas azules. En frente, está la sede del partido wasfd, a la cabeza de la revolución por la consecución de la independencia egipcia allá por los años cincuenta. Es un alivio, ya que, en vez de tener un bloque de cemento de 16 pisos delante, tenemos palmeras y árboles enormes que esconden un gran caserón señorial.
Los priemeros días fueron caóticos. Una odisea que empezó nada más llegar al aeropuerto. Al bajar del avión uno tiene que, primero, cambiar el dinero en unas cabinas y, acto seguido, comprar la visa (15&) y pasar la aduana. Tras recoger nuestro equipaje nos dirijimos a la salida donde, se supone que un supuesto individuo del Instituto Cervantes vendría a recogernos y llevarnos a nuestro querido palacete. Aquello nunca sucedió.
Nos quedamos totalmente plantados al igual que las palmeras que nos acompañaron durante algunas horas en el hall del aeropuerto. Pero, gracias al angelote que algunos solemos llevar pegado al culo, apareció Tareq, un amigo del ruso presentador de la televisión local que, consiguió que durmiéramos aunque, a las seis de la mañana en una cama del Hotel Luna muy cerquita de Ta'lat al-harb. A eso de las once nos levantamos perezosamente tras habernos acostado viendo nuestro primer amanecer en "La Victoriosa".
Es entonces cuando apareció el individuo del Cervantes y nos acercó, de mala gana, a nuestro palacete que, por aquel entonces parecía más bien una paterilla. El caso es que, según explicaciones posteriores de la Doctora Nagwa, los cairotas no diferencian bien las horas y, al llegar nosotros de madrugada, el susodicho individuo pensó que llegábamos al día siguiente.Total, estuvimos casi todo el día peleando precios, número de camas (el piso es de cuatro y somos seis), etc, etc.
Tras un duro día de limpieza, al llegar la noche, teniendo ya casa alhamdulillah!!! fuimos invitados por Tareq a una fiesta allá por el barrio de Zamalek. Allí que fuimos los nueve españolitos, al principio muy tímidos, y al final demostrando nuestra nacionalidad cien por cien, según iba bajando el líquido que contenían aquellas agraciadas botellas. Sí, dimos un poco el cante, pero en varios sentidos ya que, Sergio agarró su inseparable guitarra y arrancó por bulería. Lo malo de la fiesta es que, la mayoría eran extranjeros y, los que no lo eran lo intentaban aparentar. Es lo que pasa con la "hight class" cairota. La parte buena es que conocimos a gente que, posteriormente, nos invitaría más fiestas.
La resaca del día siguiente la pasamos comiendo con la Doctora Nagwa y explorando por los alrededores de nuestro palacete. Hasta que llegó el domingo (que aquí no es fesetivo) e hicimos acto de presencia en el Cervantes, a unos cincuenta metros de casa, en la calle Boulous Hanna. Una vez comenzadas las casi ocho horas diarias de clases en árabe, la exploración ha ido lenta, pero nunca a parado.
Una de las primeras exploraciones tuvo la intención inicial de llegar a Jan al-Jalili, pero no lo conseguimos. El caso es que cogimos el metro (un guiné) desde doqi hasta Attaba, y por Attaba nos perdimos y quedamos. El caso es que, sin saberlo nos dimos la vuelta a cinco minutos de nuestro destino. Increíble pero cierto. Fue nuestra primera gran expedición y, la verdad, a mí personalmente (no sé si por ser virgen en la estancia en un país árabe) me agobió muchísimo el hecho de que alrededor de cincuenta tíos hicieran un corro a las seis guiris que se pararon en una plaza a mirar un mapa porque estaban completamente perdidas.
En realidad no pasaba nada, pero era angustioso. Tampoco había malas palabras (dentro de lo que una puede entender), ni gestos, pero, me agobié. Hay que ir acostumbrándose poquito a poquito a la falta de carne de algunos. También es verdad que seis tías occidentales, por muy tapaditas que vayan, no pueden evitar llamar la atención. A la pesadez de los faltos de carne, hay que unir la saturación mental que produce el innumerable pitido de los claxon, pero, como digo, todo es acostumbrarse y una, ya se ha acostumbrado jajaja.
Probamos el Kuxari (en mi caso por primera vez), delicioso y contundente plato típico, compuesto por arroz, lentejas, pasta, y salsa de tomate picante en una, vamos a llamarla kuxarería, donde nos atendió un honorable señor con la marca en la frente. Por cierto, si alguien se dirige a una de estas kuxarerías no olvide llevar toallitas para las manos, y salir de casa bien evacuado pues, la mayoría no tienen wc y andar por las calles del Cairo supone llegar a casa para meterse directamente en la ducha.
Tras el tremendo agobio del principio, una le va tomando gustillo a esto. La verdad que, quitando algún taxista malhumorado, se puede decir que los cairotas son gente bastante sonriente, sobre todo si son del sexo opuesto o te intentan vender algo. Lo mejor es elegir uno, de entre los inumerables puestos de verduras, frutas, pan etc. y hacerse amigo del tendero.
Es la mejor forma de que te timen pero menos o incluso de que establezcan un único precio para algún producto que se compre a menudo como, por ejemplo, puede ser el pan que, de cinco guinés que me cobraron el primer día, he logrado que el panadero de la esquina al final de la calle, me lo cobre a uno y medio. La "panadería" se encuentra situada justo delante de una tiendecita de comestibles, al borde de la acera, justo donde comienza la carretera, el panadero así como el frutero, el verdulero, el vendedor de sardinas, colocan su carro o sus cajas (a veces ni eso) sobre el cual o los cuales se encuentran los productos a vender. También es conveniente llevar calderilla porque, si no, te dicen que no tienen cambio o, que ese cambio compra un dulce, como un anciano muy gracioso, de edad indefinida, con el pelo blanco, barba blanca, gorro blanco, chilaba gris que sonreía mostrando su único diente mientras decía (da la helwua).
Otra de las grandes expediciones al gran tumulto se realizó con la intención de visitar la ciudadela, también fracasó. Cogimos el metro, esta vez hasta Muhammad Naguib, y de allí, conseguimos tras pelear con innumerables taxistas, ir por diez. El caso es que eran las cinco de la tarde y, cuando llegamos allí, todo el mundo salía, ¿porqué? efectivamente, la visita a la ciudadela durante temporada baja termina a las cinco de la tarde. Así que, otra vez nos tocó pelear con los taxistas, ninguno quería llevarnos hasta al-Azhar por menos de veinte cuando, acabábamos de hacer el doble de recorrido por la mitad de precio. Menos mal que, al final lo conseguimos!!!!!!!!!
Si no, nos hubiera tocado una larga caminata por la ciudad de los muertos, una de las cosas más impactantes por ahora. Inmensa ciudad que comparten vivos y muertos siendo estos últimos más privilegiados que los primeros. Junto a un gran mausoleo se encuentran chabolas de madera llenas de polvo y un hombrecito flacucho cual alambre y renegrío como el carbón, que intenta abrir su puerta de chapa candada para entrar en su morada mientras los cohes no paran de llenarla de polvo cuando pasan por la calle sin asfaltar.
No sé cuánto tiempo tardamos en cruzar esta morada de almas pero, se me hizo eterno.
Y, cosa que no sucedió la vez pasada, terminamos en Jan al-Jalili y la mezquita de al-Azhar. Al empezar a reclamarnos atención nuestros monstruos estomacales, entramos en un restaurante.
El trato de los camareros, muy guapos por cierto, fue extraordinariamente amable. El restaurante tenía varias plantas, con espejos en las paredes, el suelo de una losa negra, mesas a juego con el suelo que, en su tiempo debieron ser de lo más chic. Subimos a la tercera planta, y nos sentamos en una mesa pegadita a una cristalera detrás de cuya capa de polvo de unos dos centímetros se intuía la silueta de la magnífica al-Azhar. Pedimos dos pollos para cuatro, cuando el estómago suena......., y nos trajeron hummus, ensalada de pepino, tomate y hierbabuena, berenjenas con guinduillas enormes ultrapicantes, patatas fritas como entremeses. Ilusas de nosotras, que pensamos que aquello era un acto de hospitalidad. Al terminar la deliciosa comida y de hablar con esos camareros tan maravillosos nos tocó pagar la cuenta, que incluía todos aquellos signos de hospitalidad que, con tan buena gana nos merendamos. Novatada.
Con los estómagos bien llenos, pasamos un control policial para entrar el el turístico Jan al-Jalili. Es muy divertido ver el ansia de vender a los guiris y ligar que tienen los tenderos. Creo recordar que nunca me habían pedido tantas veces matrimonio en cuestión de una hora. Y, cómo buenas guiris, hicimos un par de compras regateando con uñas y dientes aludiendo que no éramos unas turistas, que méramente éramos unas pobrecitas estudiantes. Aún así, estoy segura de que nos cobraron mínimo, el doble.
En lo que respecta al tema turístico, es todo lo que el tiempo libre nos ha permitido hacer. El resto han sido paseos sin rumbo fijo por la ciudad que, por suerte o por desgracia no tiene nada que ver con el turístico Jan al-Jalili. El Cairo es un universo repleto de mundos independientes que, no pueden evitar chocar de vez en cuando aunque, la hight class de Zamalek (sin ánimo de ofender) lo intente evitar poniendo la muralla del dinero por medio. De una gran urbe, "moderna" dentro de lo que cabe, con grandes avenidas, grandes tiendas, lleno de luces y agetreo pasas en cuestión de dos calles, a barrios sin asfaltar, con la basura arrinconada a los laterales de la que comen las cabras (que por cierto tienen unas ubres descomunales) y los burros y en frente de las cuales se sientan jóvenes y no tan jóvenes en sillas de madera con la pintura desconchada a ver pasar el tiempo, tiempo que estoy segura ha hecho en ellos más mella que en el resto.
Esto es todo en cuanto a lo que tengo asimilado, hay más por supuesto pero todavía me tengo que parar un poquito a pensar.
Mil besos
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